Corey Klein quisiera creer la reciente promesa de Airbnb de que hará “una contribución positiva a la sociedad”. Pero el abogado de 37 años, que vive justo debajo de uno de los lugares que se alquilan en la plataforma, tiene dudas.
El año pasado, la gigante tecnológica gastó más de US$4 millones en un esfuerzo por eludir las nuevas regulaciones en la ciudad donde Klein vive, en Nueva Jersey, Estados Unidos.
La agresiva batalla eventualmente fue ganada por los críticos de la plataformacomo Klein, quienes dice que si se deja a ésta sin controles, Airbnb hará subir las rentas y convertirá su barrio en un trampolín barato hacia la ciudad de Nueva York, ubicada al otro lado del río.
“Yo no firmé para vivir en un hotel”, dice Klein, que es miembro de la junta directiva de la Asociación de Vecinos de Hamilton Park en Jersey City.
“El problema es el tamaño que tiene”, dice. “Lo que nos pasó tanto a mis vecinos como a mí es que casi nos echan”.
“Impacto positivo”
Airbnb, cuyo website se jacta de tener anuncios en más de 220 países, ha enfrentado contiendas similares en todo el mundo, desde Barcelona, hasta Berlín y Boston.
El mes pasado, la empresa dejó claro que Klein y otros como él no deben estar tan preocupados.
En una carta pública en su sitio web, prometió hacer negocios considerando a “todas las partes interesadas”, incluidas las comunidades locales.
Entre otras medidas, la firma dijo que destinaría US$150 millones a medidas de seguridad, organizaría un “día de las partes interesadas”, para escuchar la opinión del público, y ofrecería US$100 millones a iniciativas locales durante los próximos 10 años.
“Nuestro compromiso es asegurarnos de que Airbnb tiene un impacto positivo”, dice el cofundador Nathan Blecharczyk.
Las promesas de Airbnb colocan a la empresa en el centro de un debate más amplio en el mundo empresarial estadounidense en el que se está analizando si el enfoque que estas tienen en sacar beneficios para los accionistas ha ido demasiado lejos.
La discusión en parte es en respuesta a la presión externa que ha surgido por boicots de los consumidores, personal que abandona su empleo y campañas de vergüenza en redes sociales.
Un número creciente de inversores con objetivos sociales y ataques de candidatos presidenciales demócratas, como Elizabeth Warren y Bernie Sanders, han echado más leña al fuego.
Pero aunque ha habido muchos pedidos para reformas desde la crisis financiera de 2008, esta vez las compañías parecen estar tomando a los críticos en serio.
Apoyo corporativo
El año pasado, 181 empresas firmaron una declaración del influyente grupo de presión empresarial, Business Roundtable, que señalaba que las responsabilidad corporativas se extienden más allá de los accionistas.
Fue un rechazo al punto de vista de que los accionistas tienen primacía, el cual ha servido como artículo de fe desde que el economista Milton Friedman lo convirtió en el grito de guerra de la comunidad empresarial estadounidense en los 1970.
El tópico de “capitalismo de accionistas” fue el tema del Foro Económico Mundial de este año en Davos y el asunto ha continuado filtrándose en cartas públicas de inversores gigantes, como Larry Fink de BlackRock y Ray Dalio de Bridgewater.
“Estamos viendo apoyo de las propias corporaciones de forma que es extraordinaria incluso comparada con hace unos años”, dice la profesora de leyes de la Universidad de Nueva York, Tamara Belinfanti.
Hay mucha evidencia de que las viejas prioridades siguen gobernando. Después de que Estados Unidos redujo las tasas de impuestos corporativos en 2017, las compañías utilizaron gran parte de ese efectivo en comprar sus propias acciones, entregando dinero a los accionistas.
Pero a medida que creció la desigualdad y el cambio climático empeoró, sin una respuesta política significativa, los líderes empresariales con cada vez más frecuencia “están viendo que la forma usual de enfocar los negocios ha fracasado”, dice CB Bhattacharya, profesor de la Escuela Katz de Graduados de Negocios de la Universidad de Pittsburgh.
En años recientes, firmas como Amazon, Microsoft y Goldman Sachs han anunciado una serie de programas dirigidos a mejorar la huella en el medio ambiente, mejorar los beneficios de los trabajadores e impulsar la diversidad en el personal.
El profesor Bhattacharya advierte que las acciones que prometen muchas compañías no necesariamente se han cumplido.
“A menos que veamos a más compañías que en realidad están cambiando sus modelos de negocios y haciendo más por el frente de la sostenibilidad, esto quedará sólo en promesas de papel”, dice.
Preparándose para la OPV
Bolecharczyk afirma que Airbnb, que se está preparando para vender acciones en el mercado público, está creando un marco que le ayudará a resistir la presión de centrarse en los beneficios de corto plazo.
Por ejemplo, relacionará los bonos del personal a los sistemas de medición de seguridad y escuchará al público en sus reuniones de accionistas.
“No estamos hablando sólo en abstracto sobre estos asuntos importantes”, afirma. “Realmente estamos diciendo así es exactamente cómo nos estamos haciendo responsables”.
El desarrollo de sistemas de medición es importante, dice Sarah Kaplan, profesora de la Escuela Rotman de Administración de la Universidad de Toronto.
Pero señala que la empresa se ha enfocado en asuntos, como la seguridad de los huéspedes, que está en su propio interés abordar antes de su venta de acciones al público.
“Hay un aspecto de mucho interés personal en lo que están haciendo”, dice, y apunta a los recientes asesinatos en casas rentadas en el sitio.
“Si van a hacer una OPV (oferta pública de venta), tienen que manejar el riesgo asociado a sus negocios”.
Las regulaciones potenciales, como las de Jersey City, representan una amenaza de más de US$10.000 millones al crecimiento de Airbnb, según la firma de investigación TruValue Labs, que monitorea a compañías en asuntos ambientales, sociales y de gobernabilidad.
La promesa de Airbnb con las partes interesadas es un “buen signo” pero no ha reducido el riesgo, dice Andre Shepley, gerente de producto de la firma.
“La sostenibilidad trata de resultados, no de intenciones”, asegura. “Hasta que comencemos a ver distintos resultados, donde se pueda observar menos riesgo… entonces es cuando creo que cambiará la visión en términos de la tesis de inversión”.
Pero Airbnb no puede ser demasiado radical, advierte la profesora Belinfanti.
La prioridad de los accionistas se arraigó, en parte, porque ofrecía un camino claro para evaluar el rendimiento empresarial.
Y hay un límite en cuánto control los inversores públicos, cuya compra de acciones financiarán Airbnb, estarán dispuestos a ceder, dice.
“No estoy segura cuánto puede soportar el mercado“, afirma.
Blecharczyk dice que sabe que los pasos que la firma ha delineado no satisfarán a todos sus críticos.
“Va a haber asuntos y creo que nuestro enfoque es, ‘enfrentemos esos asuntos'”, dice. “Lo peor que puedes hacer es no tratar de hacerlo”.