Cuando se trata de Líbano, Francia y Estados Unidos coinciden en la necesidad de sacar al país de la crisis, pero mantienen posiciones opuestas sobre Hezbolá. Washington quiere combatir la influencia del movimiento proiraní y París, en nombre del pragmatismo, lo considera un actor ineludible.
Después de la explosión del 4 de agosto en el puerto de Beirut, los dos países insisten en la importancia de formar un gobierno radicalmente diferente a los anteriores, capaz de aplicar reformas estructurales para sacar a Líbano del marasmo económico.
Pero sobre el movimiento chiita proiraní Hezbolá, considerado “terrorista” por Washington e implicado militarmente en la guerra en Siria, los puntos de vista divergen.
“El enfoque de Francia tiende a ser más realista. Ve a Líbano tal como es”, estima el politólogo Karim Bitar. “Reconoce el equilibrio de las fuerzas, reconoce a Hezbolá como un actor político importante, que dispone de una amplia base dentro de la comunidad chiita”, agrega.
Por el contrario, para Washington, “la influencia de Hezbolá es excesiva” y “debe ser contenida lo antes posible”, añade el experto.
Después de meses de declaraciones en contra del movimiento chiita, Washington sigue de cerca el compromiso en el Líbano del presidente francés Emmanuel Macron, quien ha distinguido entre el ala “terrorista” de Hezbolá, su brazo armado, y sus actividades políticas.
“Elegido por el pueblo”
El mandatario francés ha viajado a Beirut dos veces en menos de un mes. Su intervención obligó a los políticos libaneses, criticados por la población y acostumbrados a negociaciones interminables, a comprometerse a formar un gobierno en dos semanas.
El 1 de septiembre Macron declaró a la prensa que decir que “hay que condenar” a Hezbolá “no habría tenido ninguna acción útil”.
Por su parte el líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, se ha mostrado bastante abierto a las iniciativas de Macron y no para de denunciar la “injerencias extranjeras” de Estados Unidos.
El jefe de su bloque parlamentario Mohamed Raad fue uno de los líderes políticos con los que se reunió Macron.
El presidente francés lo justificó diciendo que Hezbolá también fue “elegido por el pueblo” y es miembro de la mayoría parlamentaria.
Francia es la única potencia occidental en mantener relaciones tan directas con el movimiento chiita y Macron quiere preservar un canal de comunicación con él para ser visto como un “mediador honesto”, afirma Bitar.
Para facilitar este diálogo se cita a menudo el papel del embajador francés en Líbano, Bruno Foucher, quien también ha estado destinado en Teherán.
Pero “el contacto directo entre París y Hezbolá siempre ha existido”, recalca un diplomático árabe en Beirut.
“Pequeñas divergencias”
Aunque discrepa, el gobierno de Donald Trump, ahora centrado en las elecciones presidenciales de noviembre, da un margen de maniobra a Francia, añade esta fuente.
Los estadounidenses estarían dispuestos a “tolerar” la presencia de Hezbolá en el gobierno “en caso de acuerdo y de reformas”, estima.
Este mes, el subsecretario de Estado para Oriente Medio, David Schenker, resumió el ejercicio de equilibrismo en una entrevista con el diario Annahar: Washington trabaja “estrechamente” con París pero tiene “pequeñas divergencias”.
La primera, explicó, es la concretización de reformas como “condición previa” para cualquier ayuda financiera internacional. La segunda es la etiqueta de “terrorista” de Hezbolá, que nunca abandonó su arsenal militar al final de la guerra civil (1975-1990).
Para mostrar un cierto descontento de Washington, Schenker no se reunió con los líderes políticos. Habló con el jefe del ejército, con diputados que dimitieron y con activistas antigubernamentales. También mantuvo un encuentro con personalidades chiitas hostiles a Hezbolá.
Según un participante, estimó que no se puede “confiar” en Hezbolá para promover reformas. El tema de las armas es polémico desde hace mucho tiempo.
En el propio Líbano se alzan voces para exigir una política de “distanciamiento”, en alusión a la alianza del movimiento chiita con Irán y su implicación en conflictos regionales.
Pero los partidos son conscientes de la supremacía de la organización por sus armas, y de su peso en todos los engranajes del Estado.
Incluso el líder druso, Walid Joumblatt, lo ha reconocido al comentar las declaraciones del secretario de Estado estadounidense, quien consideró que las armas de Hezbolá eran “el desafío actual”.
“Que (Mike) Pompeo se olvide de los misiles por ahora. Este es un tema que se resolverá, políticamente, a su debido tiempo”, comentó.
AFP.