La entidad envió una carta al presidente Arce haciendo conocer su desacuerdo con la aplicación del nuevo tributo
La Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco) envió una carta al presidente Luis Arce Catacora, donde la entidad empresarial expone su desacuerdo con la aplicación del Impuesto a las Grandes Fortunas (IGF). El sector señala que es necesario analizar esta medida y mientras duren estas observaciones, plantea ampliar la declaración y el pago de este nuevo tributo.
“Consideramos que la progresividad del impuesto, la cuantía da las sanciones y el hecho de no tener una transitoriedad en cuanto a su vigencia, vulnera varios principios consagrados en la normativa vigente, como ser la seguridad jurídica, capacidad contributiva, universalidad, generalidad, igualdad, proporcionalidad, irretroactividad y no confiscatoriedad”, señala parte de la misiva.
La Cainco sostiene que la aplicación del impuesto tendrá un efecto contrario al deseado, desincentivando la inversión privada en el país.
“Además de ello, observamos que existe desconocimiento del tema por parte de los contribuyentes del impuesto y evidenciamos vacíos normativos en cuanto a la valoración del patrimonio y la declaración de la información”, agrega la carta.
Luego la institución dijo que se pone a disposición del Gobierno para “intercambiar criterios con su equipo técnico y trabajar coordinadamente en una agenda que viabilice la reactivación económica y la generación de empleos dignos para la población”.
“Del mismo modo, solicitamos respetuosamente que mientras se efectúa el mencionado trabajo técnico pueda ampliarse la fecha límite para la declaración y pago del IGF; evitando de este modo contratiempos a los sujetos pasivos del tributo y permitiendo una evaluación integral del tema para beneficio del país”, agrega la carta.
El Gobierno estableció el pago del IGF a las personas que tengan un patrimonio mayor de 30 millones de bolivianos. La instauración del impuesto fue una promesa electoral del presidente, Luis Arce Catacora.
Por Ernesto Estremadoiro Flores
Fuente: El Deber