Su arma la dejó en la patrulla. Embutido en el traje de bioseguridad, William Yugzi entró apenas con un celular para hacer fotos a una inusual escena del crimen. El hombre que murió, infectado con coronavirus, quedó sentado, con un vaso de agua y galletas en las manos.
En una humilde vivienda de Quito, Yugzi, de 38 años, hace el reconocimiento gráfico de la posición en la que está el cuerpo, ya con rigor mortis, e inspecciona si presenta indicios de violencia.
El uniformado es parte del “equipo covid”, que integra con otros dos policías de Criminalística y que es movilizado exclusivamente para los casos de coronavirus fuera de los hospitales.
Al sitio también llegan un médico del ministerio de Salud, un fumigador y varios funerarios.
Estos escuadrones entraron en acción para evitar un nuevo colapso por la pandemia. Cuando comenzó la emergencia en Guayaquil (suroeste), el sistema sanitario se vino abajo junto al mortuorio. Las viviendas se convirtieron en morgues por la lenta y caótica reacción de las autoridades.
Hoy que Quito es el nuevo foco de la pandemia en Ecuador, estos grupos de Criminalística aceleran los procedimientos. Registran las muertes y levantan las actas de defunción. Antes de la crisis, Yugzi se dedicaba a recrear escenas de homicidio.
La AFP acompañó al escuadrón covid.
El agente Yugzi dispara fotos con su celular. Pablo Sásig, de 48 años, estaba desempleado. Fue diagnosticado con covid-19. Una noche de convalecencia en casa, se sentó en un sillón al pie de su cama mientras su familia dormía, según su hijo Rodrigo, de 23 años.
Rosa, su madre de 78 años, lo encontró en la mañana, sentado. Palpó su frente para ver si continuaba con fiebre. Intentó despertarlo, pero no respondió.
El llamado de auxilio activó a uno de los 15 “equipos covid” creados por la Policía de Criminalística.
Con una población de 17,5 millones de habitantes, la pandemia deja en Ecuador unos 10.000 muertos en seis meses. Más de 105.000 personas se han infectado.
Escena del crimen
El miedo al contagio “es muy duro, pero con cariño lo hacemos para identificar a una persona”, se consuela Yugzi durante la faena.
El “equipo covid” número 1, asignado al caso, llega en una patrulla con las sirenas apagadas. Antes de ingresar a la vivienda de Sásig, se ponen los equipos de protección personal.
El primero en ingresar es el responsable de desinfectar la habitación y el cadáver. Luego el médico, detrás van los policías. Solo cuando se autoriza el retiro del cuerpo, entran los funerarios. Las familias deciden si son cremados o sepultados.
Desde abril unas 300 personas en Quito, entre confirmadas y sospechosas de haber contraído coronavirus, han muerto de manera repentina en casas, calles, consultorios médicos privados y autos cuando se trasladaban a hospitales, de acuerdo con autoridades.
Las muertes por causas naturales se dispararon en medio de la pandemia. De enero a julio hubo 28.200 casos más con respecto al mismo periodo de 2019, según el Registro Civil. Como en otros países, hay la sospecha de un abultado subregistro de óbitos por covid-19.
Ángel Medina, otro de los criminalistas, toma las huellas dactilares de Sásig, que son cotejadas con las del archivo oficial para la plena identificación.
Entonces Yugzi hace la última foto: El rostro del fallecido con la “ETIQUETA DEL CADAVER COVID-19”. La ficha del caso “15149”, que contiene nombres completos y número de identidad de la víctima, queda atada a la muñeca de la mano derecha.
“Posible covid en curso”
Ecuador detectó el primer caso el 29 de febrero y Guayaquil emergió como el primer foco de contagio en América Latina.
La emergencia desbordó rápidamente al puerto. Una fuerza de militares y policías fue creada para ocuparse de los muertos que se acumulaban en viviendas y calles. Levantó más 1.400 cadáveres en medio del caos.
En Guayaquil “tocó otro tipo de procedimiento con cadáveres en descomposición de 15 días, de un mes (…) Era imposible la identificación por toma fotográfica”, señala Medina.
Después de legalizar la defunción de una mujer también diagnosticada con covid-19, que pereció en otra vivienda del sur quiteño, el equipo de Criminalística se alista para volver a la base, pero la radiopatrulla lanza una nueva alerta: “posible covid en curso”.
En una polvorienta cancha de fútbol del sur capitalino es hallado el cadáver de un anciano indigente, que en una de las esquinas, al pie del graderío, había montado una covacha aprovechando que por la pandemia está prohibido el uso de espacios deportivos.
El hombre “estuvo con tos y hasta vino una ambulancia, pero no quiso subirse”, según vecinas. Las verificaciones de las autoridades sirven para inscribir la causa en el acta: “Probable coronavirus”.
AFP.