Primero fueron los aranceles a la cebada australiana, luego la carne de sus mataderos y ahora el veto está llegando a las universidades.
La pandemia del coronavirus ha hecho evidentes algunos problemas subyacentes entre China y Australia que amenazan los multimillonarios ingresos que el gigante asiático deposita en el país oceánico.
“China está usando el comercio para posicionar su agenda política y mostrar su descontento con Australia, pero hay un fuerte elemento nacionalista en el discurso de Australia, que no quiere mostrarse débil”, afirma la periodista australiana Rebecca Henschke, editora del Servicio Asiático de la BBC.
“Hay mucha inquietud en cuanto a la dirección que esta disputa está tomando y al incremento de las tensiones”.
El último episodio de esa tensión son las recientes declaraciones del primer ministro australiano, Scott Morisson: “Nunca nos dejaremos intimidar por las amenazas ni negociaremos nuestros valores en respuesta a la coerción, venga de quien venga”.
Se refería a China, que ha puesto en marcha una cadena de represalias económicas por ciertas actitudes de Australia en el contexto de la pandemia que considera “discriminatorias”.
“Tanto China como Australia han actuado de manera poco racional en su diplomacia y se han expuesto mucho”, le cuenta a BBC Mundo Kerry Brown, especialista en política china del King’s College y exdirector de Centro de Estudios de China de la Universidad de Sídney, en Australia.
“No se puede hablar de una guerra comercial, aunque obviamente se están produciendo muchas tensiones diplomáticas. Sí hay un divorcio, la economía dictará cómo se resuelve”, señala el analista.
Al borde de la recesión
Y es que el momento para un enfrentamiento económico con China no podía ser peor para Australia: justo cuando se dispone a reabrir el país (y las universidades) tras los confinamientos que han puesto al borde de su primera recesión en casi 30 años.
“Australia había evitado la recesión hasta ahora en gran parte gracias a su relación con China, que es un actor clave para su economía. Pero si Australia entra efectivamente en recesión, actuará con mayor pragmatismo”, explica Brown.
“El país depende de China, pero también de Estados Unidos, su socio en materia de seguridad, que a la vez está enfrentado con China. Es un equilibrio casi imposible“.
La llegada de la pandemia llevó al gobierno australiano a imponer una serie de restricciones y cerrar negocios y oficinas para frenar la propagación del nuevo coronavirus.
Al tiempo que se imponían las limitaciones, se implementaron paquetes de ayuda y estímulo económicos equivalentes al 13,3 % de su PIB.
Con cerca de 7.300 casos y poco más de 100 muertos según el recuento de Johns Hopkins hasta el viernes, las autoridades comenzaron a reabrir la actividad económica con miras a una normalización para julio próximo.
Por su parte, China ha experimentado una caída en los reportes de transmisión local nuevos casos aunque ha seguido manteniendo registros de casos “importados”, la mayoría ciudadanos de ese país que regresan de países afectados.
Hasta el lunes, el país donde se originó el brote había reportado más de 84.338 casos y 4.638 muertes.
¿Cómo se originó la disputa?
Un detonante de la escalada actual lo podemos encontrar en que Australia pidió que se abriera una investigación internacional independiente sobre los orígenes del nuevo coronavirus, algo que también había solicitado Estados Unidos.
“Han tenido cientos de miles de muertos, millones han perdido sus empleos y miles de millones han visto sus vidas afectadas. Lo mínimo que el mundo puede esperar es que haya una investigación. Y Australia no está sola [en pedir esa investigación]”, decía el ministro de Comercio, Turismo e Inversión de Australia, Simon Birmingham, hace apenas un mes.
Ese reclamo enfureció a Pekín, que respondió unos días después prohibiendo la importación de algunos procesadores de carne de res de Australia.
Después impuso aranceles del 80% a la cebada australiana, asegurando que el producto había incumplido las normas comerciales.
Esta semana, llegó el turno de las universidades.
Pero el veto no es solo para los estudiantes. La semana pasada, China recomendó a todos sus ciudadanos que eviten viajar a Australia, advirtiendo que hubo un “aumento significativo” de ataques racistas contra asiáticos.
La educación y el turismo son, respectivamente, el tercer y el cuarto mercado de exportación más grandes de Australia, y contribuyen significativamente a su economía.
China le proporciona a Australia un gran número de turistas y de estudiantes que ha crecido con los años. Desde 2010, es su mayor socio comercial.
“China es un actor muy importante para la economía australiana y uno de sus mayores importadores de carbón y de carne de res. También es clave en el sector turístico y en la educación, pues muchos estudiantes chinos van a estudiar a Australia”, explica Henschke.
Los estudiantes de China representaron el 28% de los más de 750.000 estudiantes internacionales en Australia el año pasado, según estadísticas del gobierno.
Las universidades australianas han sufrido dificultades económicas durante la pandemia, ya que el cierre de las fronteras ha disuadido a los estudiantes internacionales. Varias instituciones en el país han dicho que se enfrentan a una crisis financiera.
Podrían perder US$8.300 millones en los próximos dos años si los estudiantes chinos deciden no estudiar en el país, le dijo al diario económico Australian Financial Review Salvatore Babones, profesor asociado de la Universidad de Sídney.
“China es el país más importante para el comercio en Australia”, dice Brown. “Y si dejan de llegar estudiantes y turistas chinos a Australia, sería un desastre para su economía”.
“Incidentes discriminatorios”
Esa reacción es también una respuesta a las restricciones que Australia puso en marcha en las primeras fases de la pandemia del coronavirus, impidiendo regresar a Australia a miles de estudiantes chinos.
Pero las autoridades australianas niegan que exista discriminación. De hecho, aseguran que su país es uno de los más seguros para los estudiantes internacionales y que la suya es una sociedad “exitosa” y “multicultural” que proporciona “educación de primer nivel”.
Sin embargo, los centros académicos de Australia llevan tiempo siendo acusados por investigadores de no brindar un mejor apoyo a los estudiantes internacionales.
Una investigación de 2018 de la cadena ABC News, la radiotelevisión pública australiana, señaló que “un gran número de estudiantes internacionales dicen tener dificultades a la hora comunicarse de manera efectiva en inglés, participar en clase o completar tareas adecuadamente”.
“Académicos y expertos en educación y empleo le dijeron a ABC que los estándares de inglés a menudo son bajos o tienen lagunas, y que los estudiantes se enfrentan a situaciones estresantes que les llevan a hacer trampa [en los exámenes]”, se lee en el reporte.
Varias universidades rechazaron firmemente tales acusaciones.
“Muchas universidades han hecho sólidas declaraciones asegurado que sus puertas están abiertas a estudiantes procedentes de China y de otras partes de Asia”, dice Henschke.
“Pero también es cierto que son conscientes de su enorme dependencia de los estudiantes internacionales, que componen buena parte de sus ingresos”.
“Un juego político”
El miércoles, The Group of Eight (El grupo de las ocho), una coalición de las principales universidades de Australia, calificó la advertencia de China como “decepcionante” e “injustificada“.
El grupo también señaló que habían pedido a la embajada china en Australia ejemplos de racismo que no les fueron proporcionados.
“Es preocupante que una vez más la educación internacional, y particularmente con China, sea el peón en un juego político del que no somos responsables“, dijo la directora ejecutiva del organismo, Vicki Thomson.