Irene Corsaro nunca olvidará su primera clase de manejo bajo una lluvia de ceniza negra del monte Etna.
Como muchos sicilianos de Catania, la joven de 18 años aprendió rápidamente cómo conducir a casa por un camino cubierto de polvo volcánico, durante una de las 11 erupciones del volcán en las últimas tres semanas.
Una duodécima erupción estaba en marcha este viernes.
De vez en cuando, los cuatro cráteres principales del volcán se despiertan con intensas explosiones y simultáneas.
Estos episodios crean una espectacular exhibición de fuegos artificiales naturales, repleta de corrientes de lava burbujeante. En cuestión de minutos, las ciudades y pueblos vecinos se bañan de ceniza y otros escombros.
“La lava sobre mi techo”
Acompañada de su madre, el viaje de Irene por las calles desiertas de Nicolosi, en las faldas del Etna, se convirtió en una pesadilla cuando su auto Peugeot 107 hizo un ruido que nunca antes había escuchado.
“Fue como un crujido repentino, como granizo cayendo y estallando. Pensé que era por la ceniza en la calle”, dijo. “Pero no, fueron fragmentos de lava (llamada lapilli) cayendo sobre mi techo y mi parabrisas desde una nube roja gigante justo encima de mí”.
Era el 16 de febrero y el cielo ya estaba rojo por la puesta de sol. Se produciría el primero de una serie de eventos violentos en el Etna, que aumentaría su fuerza cada vez más.
Desde entonces, esos espasmos volcánicos se han producido a mitad de la noche, al amanecer, entre una tormenta e incluso bajo la luz de la luna llena.
Irene Corsaro podía sentir las piedras crujir bajo las llantas del auto y pronto se dio cuenta de la suerte que tenía de estar usando su mascarilla para la covid-19: “El aire de color rojo era muy malo, pesado para respirar”.
Corrieron a casa para empacar, en caso de que tuvieran que evacuar.
Nubes de dióxido de azufre, visibles desde el espacio, han llegado tan lejos como China.
Pero la ceniza y el lapilli más pesados siguen cayendo en las cercanías. Cubren las laderas del volcán y al menos 16 ciudades alrededor del cono del Etna. Fornazzo, Giarre y Zafferana se encuentran entre los poblados afectados, e incluso localidades costeras como Riposto y Torre Archirafi.
El Etna ha liberado unos 40 millones de metros cúbicos de material volcánico, dice el vulcanólogo Boris Behncke, que monitorea de cerca la montaña para el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV).
“Es bastante”, le dice a la BBC, si se compara con la erupción del Etna que amenazó a la ciudad de Randazzo en 1981 y que liberó apenas 20 millones de metros cúbicos de material.
Observar su poder
Desde mi ventana, a 20 km al sureste de la cumbre del Etna, tengo una vista completa del volcán. Hay algo instintivo en mantenerse resguardado cuando la naturaleza desata su energía.
Comienza con una columna de polvo que puede ascender hasta 12 km, luego corrientes de lava, flujo piroclástico e incluso relámpagos, principalmente del cráter sureste, pero también de los otros tres.
Las erupciones pueden ser espectaculares, pero también una molestia.
El polvo de lava cae sobre mi cabeza y sobre el tendedero de mi ropa limpia. He pasado gran parte de las últimas tres semanas barriendo el piso.
El parabrisas de mi coche está constantemente cubierto por una capa oscura de suciedad, pero no se debe usar agua para quitarla. Contiene partículas de vidrio afiladas que lo dañarían sin posibilidad de reparación. No es de extrañar que algunas personas hayan envuelto sus autos estacionados en sábanas para protegerlos.
Cuando llueve, el agua convierte al polvo de lava en algo parecido al cemento. Tapa las vías de drenaje, provocando inundaciones y filtraciones de agua en las casas.
También las explosiones del Etna generan “ondas infrasónicas” que el oído humano no capta debido a su baja frecuencia de sonido, pero sí se hacen sentir en el vidrio de las ventanas.
Después de tantas erupciones, ahora puedes saber qué está haciendo el Etna simplemente escuchando el crujir de las ventanas. Te despierta con una sacudida en medio de la noche.
El sonido de una columna de ceniza y polvo es diferente, más como un tintineo.
Doce toneladas de polvo
El daño a la zona ha sido inmenso y la región de Sicilia ha declarado una crisis para 13 localidades en las faldas del Etna y otros 30 en los alrededores.
Los cultivos de naranja y otras plantaciones han quedado destruidos, y ya en una ocasión la autopista entre Fiumefreddo y Giarre tuvo que ser cerrada para remover las cenizas.
Las motos están prohibidas y el límite de velocidad se ha reducido a 20 km/h.
Las escuelas en Giarre fueron cerradas durante tres días y se suspendió el mercado semanal. A los lugareños les piden que recojan el polvo en bolsas transparentes y no lo mezclen con la basura común.
“Tenemos que manejar seis kilos de polvo volcánico por cada metro cuadrado, un total de 12 toneladas“, dijo a la BBC el alcalde de Giarre, Angelo D’Anna.
“La última lluvia negra duró solo 30 minutos y generó tantos desechos como los de todo un año. Costará unos 600.000 euros (US$717.000) y estamos preocupados porque va a suceder una y otra vez. ¿Cómo podemos pagarlo?”, lamentó.
El gobierno regional proporcionará 1 millón de euros y pedirá más ayuda al gobierno de Roma, pero no hay un plan local para gestionar los desechos. Puede ser un fenómeno natural, pero se trata como desperdicio y aún no hay nada planeado para eliminarlo.
Barrer balcones de polvo negro se ha convertido en una tarea habitual para los miles que viven en las ciudades alrededor del Etna.
Cada techo, terraza, porche o baranda adornada con geranios se ha vuelto negra. Incluso los jardines apenas son verdes.
¿Qué tan inusuales son las erupciones?
En el Etna no son raros estos episodios.
A pesar de la extraordinaria cantidad de material volcánico que ha expulsado, los expertos coinciden en que el volcán simplemente está repitiendo patrones de comportamiento anteriores.
Pero también admiten que el poder que ha mostrado ahora es mayor que antes.
“En el pasado fuimos testigos de dos o tres eventos fuertes, y otros que fueron más débiles”, dice el vulcanólogo Boris Behncke. “Ahora cada paroxismo es fuerte. No obstante, en el momento en que el Etna se desinfla, no hay más magma y su sistema queda estable”.
Yo también he sentido un cambio.
Siempre he visto una erupción con una llama que se enciende y se apaga como un encendedor. Pero esta vez he visto al menos tres lenguas de fuego con fuentes de lava a ambos lados del Etna y un muro de llamas constante.
Mientras la actividad permanezca en la cumbre no habrá peligro. Es probable que se produzcan más erupciones, pero ni siquiera los expertos pueden predecir cuándo.
Francesca Marchese
BBC News, Catania