La Comisión Europea tiene previsto presentar este mes su plan de recuperación económica que, tal y como adelantó EL PAÍS, apunta a subsidios a fondo perdido para sectores como la construcción y a préstamos de muy larga duración para rescatar a industrias como la energética.
Pero el proyecto sigue en el aire y las instituciones comunitarias se afanan, hasta ahora sin éxito, en sortear el nein alemán. A golpe de veto o de sentencia, Alemania empuja a la Unión Europea hacia una salida de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus aún más difícil de lo temido.
“Europa tiene que salir más fuerte de esta crisis. Y Alemania hará su parte para lograrlo”, prometía el pasado sábado la canciller alemana, Angela Merkel, con motivo del Día de Europa. Pero la resistencia del Gobierno de Merkel a cualquier fórmula de mutualización de la deuda, por acotada a la pandemia que sea, y el reciente varapalo del Tribunal Constitucional alemán a la intervención del Banco Central Europeo (BCE) para rebajar las primas de riesgo, aboca, en el mejor de los casos, a una larga y profunda recesión en países como España. Y en el peor, según avisan la mayoría de las fuentes, a una posible ruptura del mercado interior y a un riesgo de estallido de la zona euro.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ya ha advertido que, pese a la resistencia de Berlín, el plan europeo deberá incluir subsidios a fondo perdido, en un porcentaje aún por determinar. Y en un duro comunicado publicado este domingo, Von der Leyen amenaza con iniciar un expediente de infracción contra Alemania como consecuencia de la posible ejecución de la sentencia del Constitucional germano, que ha pedido al Gobierno y al Parlamento del país que escruten la actividad del BCE.
Fuentes comunitarias reconocen que el encaje de las pegas planteadas por Alemania o los Países Bajos con las necesidades de financiación de España o Italia están resultando muy complicadas. La presentación del plan, que estaba prevista para el 6 de mayo, se podría aplazar hasta el próximo 20 mayo. Y las mismas fuentes añaden que la sentencia del Constitucional alemán ha enturbiado aún más el ambiente.
“Son tiempos difíciles, donde lo peor puede ocurrir”, avisa el vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, durante un encuentro virtual con corresponsales en Bruselas, en alusión a la ruptura del mercado interior europeo si la salida de la crisis se hace con un gran desequilibrio de fuerzas entre los Estados miembros. “Creo que lo peor se puede evitar, pero para eso hay que tomar medidas. Europa no puede ser fuerte en el mundo si no construye su unidad interna”, añade el español, que desde diciembre del año pasado dirige la política exterior europea.
Daniela Schwarzer, directora del centro de estudios German Council on Foreign Relations, cree que Alemania flexibilizará finalmente su posición porque Berlín es consciente de que “Europa es el lugar donde hay que invertir políticamente, dada la situación con EE UU, Rusia o China”. Schwarzer descarta un salto enorme en la integración europea, porque no es el estilo de Merkel, “pero la canciller ha reconocido la necesidad de dar pasos durante la presidencia de la UE [a partir del 1 de julio] que nunca se habían dado antes para mantener a Europa unida”.
Pero el plan europeo de rescate, de momento, sigue en el aire y las instituciones comunitarias se estrellan una y otra vez contra el muro del nein alemán. Berlín no acepta ni eurobonos, ni coronabonos (deuda europea emitida para esta crisis en concreto), ni subsidios a fondo perdido y, tras la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, tal vez ni siquiera compras ilimitadas de deuda por parte del BCE.
Compra de deuda
“Lo que uno no puede decir es que quiere barra libre en ayudas de Estado, no quiere flexibilidad en la compra de deuda pública [por parte del BCE] y que quiere un programa de ayuda limitada”, señala Borrell. Las palabras del español retratan la posición mantenida por socios como Alemania o los Países Bajos, que han rechazado las propuestas presentadas por Francia o España para crear un fondo de recuperación de un billón de euros, como mínimo, a base de deuda emitida conjuntamente.
Berlín, en cambio, ha dado luz verde a la relajación de las normas en ayudas de Estado, lo que le permite rescatar desde empresas como Adidas a Lufthansa, y a la suspensión temporal de los límites de déficit y deuda previstos en el Pacto de Estabilidad. Ambas medidas son procíclicas desde el punto de vista geográfico porque solo pueden ser aprovechadas en todo su potencial por los países que se han visto menos afectados por la pandemia y donde la recuperación se espera más rápida. Grecia, España e Italia, los tres países que encabezan las caídas previstas del PIB, apenas disponen de margen para rescatar a sus empresas porque las ayudas deben concentrarse en el mantenimiento de las rentas mínimas de las personas golpeadas por la crisis económica.
Schwarzer descarta una mutualización de la deuda nacional acumulada. Pero considera que “parte del Fondo de Recuperación puede y debe ser financiado con deuda avalada de manera conjunta”. Esta especialista en política europea aboga “por desideologizar el debate porque, incluso para Alemania, tiene sentido aceptar que esto es un endeudamiento europeo, no puramente nacional”.
Borrell también confía en que “dentro del triángulo que estamos discutiendo [fondo de rescate, ayudas de Estado y compras de deuda] cada país encuentre una posición de acuerdo con sus intereses y extraigamos, entre todos, un interés general europeo”. De no lograrlo, avisa, “nos podemos cargar el mercado interior”.