El libro publicado recientemente por Evo Morales, bajo el nombre de “Volveremos y seremos millones”, ha comenzado a revelar detalles de la salida del expresidente. Morales asegura en esta publicación que el líder de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), Luis Barbery, llamó a la expresidenta del Senado Adriana Salvatierra para expresarle apoyo sectorial durante la crisis de octubre y noviembre que derivó en su caída.
Al respecto, Barbery aclaró que el sector empresarial se hallaba preocupado por la grave crisis política y social que vivía el país, y él hizo y recibió llamadas de dirigentes de sectores empresariales y económicos, pero también de actores políticos y sociales, además de organismos internacionales y representantes de partidos políticos, para tener información y alertar sobre la gravedad de la situación, y demandar una salida pacífica y rápida a la crisis en el marco de la legalidad y la CPE.
Menciona que ante la incertidumbre por la situación y los pedidos de renuncia que se hacían al presidente Morales, mostraron su preocupación y su postura ante el conflicto. “Expresamos claramente a los interlocutores (entre los que estaba la presidenta del Senado) que nuestro sector no iba a apoyar ninguna salida violenta ni inconstitucional y que, de producirse la renuncia, se debía optar por la sucesión constitucional en el marco del respeto a la institucionalidad democrática. Esa fue la solución adoptada finalmente por los actores políticos y parlamentarios, con la que estuvimos de acuerdo y así lo expresamos en un comunicado público”, puntualizó Barbery.
En noviembre de 2019, horas después de producirse la renuncia de Morales, el entonces presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz y hoy candidato presidencial, Luis Fernando Camacho, a través de un video que se difundió a los pies del Cristo Rendentor en Santa Cruz, pidió la renuncia de los líderes de la CEPB y de Cainco, Luis Barbery y Fernando Hurtado, respectivamente, acusándolos de oponerse al movimiento cívico nacional que presionó a la dimisión de Morales.
Evo Morales, citado en Correo del Sur, relata que el 7 de noviembre de 2019 preguntó a representantes de las Fuerzas Armadas qué podía hacerse ante el amotinamiento de la Policía que acababa de producirse y que el comandante en jefe, Williams Kalimán, respondió: “No hay muchas balas”. Aclara Morales que esa respuesta lo disuadió de declarar el estado de sitio. Lo hizo por dos razones, “porque solo estaban pensando en matar. Y segundo, porque cuando tuvieran que actuar, dirían: ‘¡No tengo bala!’”.
El expresidente también recuerda que, en los días previos al 10 de noviembre, día en el que renunció, en las horas previas, hubo varios indicios de que estaba perdiendo su mando sobre las fuerzas militares, o, como él dice, que el “proceso del golpe de Estado estaba en marcha”.
El 9 de noviembre, con la Casa Grande del Pueblo y el Palacio Quemado ya inaccesibles para él por las movilizaciones civiles, viajó al Chapare. “Comunicó personal del Aeropuerto de Chimoré que, sospechosamente, lo que nunca, la policía ha ido, por primera vez, a amedrentar a los funcionarios y a tomar el aeropuerto”.
Morales pensó que podía garantizar su seguridad con el respaldo de las Fuerzas Armadas, pero no lo dejaron aterrizar en el sector militar del aeropuerto. “Llegamos a Chimoré. El avión había bajado, pero bajamos en la terminal civil, la terminal comercial. Un oficial de la avanzada me llama. Yo voy… Y me comenta, un poco nervioso. Me dice: -Presidente… Me muestra su celular. Mensajes. ¿Qué decían los mensajes? Así decían: -Entrégame al Evo. Varias notitas había, había voces que preguntaban, que insinuaban… Y añadía que tenían 50 palos grandes… 50.000 dólares ofrecieron al oficial de seguridad para que entregaran al Evo en un descuido”.
El 10 de noviembre, de vuelta en La Paz, se enteró de que los aviones K¬8 chinos de la Fuerza Aérea se estaban usando para disuadir que campesinos simpatizantes del MAS bloquearan a mineros cooperativistas de Potosí que se desplazaban hacia La Paz para engrosar las protestas que pedían su renuncia. “Yo dije: -Hagan lo que quieran, pero si actúan así, esto ya es un golpe… Llamo al Comandante. Me dice: -No, no es golpe, es importante evitar un enfrentamiento y hechos de sangre. (Pero) no solo tienen que avisarme, tienen que pedirme permiso. Yo soy por la Constitución Política del Estado el Capitán General de las Fuerzas Armadas. Y sin mi permiso, de todo el aparato logístico no pueden mover nada, para nada”, señala en el libro, que lleva el título Volveremos y seremos millones (Editorial Planeta).
Otro detalle novedoso es su afirmación de que él no sabía que podía declararse un motín policial porque la inteligencia de su gobierno estaba a cargo de la propia Policía. También menciona su sospecha de que los comandantes de las Fuerzas Armadas recibieron dinero para actuar como lo hicieron.
Contradice la versión sobre el pedido de renuncia que le hizo el dirigente de la Central Obrera Bolivia, Juan Carlos Huarachi. Según Morales, esta solicitud no fue formal ni “orgánica”, sino que se dio en la respuesta de Huarachi a un periodista. Añade que mientras algunos dirigentes sindicales actuaban así, el presidente de la CEPB, Luis Barbery, llamó a la presidenta del Senado Adriana Salvatierra. “Y le había dicho: Tienen nuestro apoyo”.
El Deber